de Neuvonfrisch
Hace ya un tiempo, hablé del libro del orden que había cambiado mi relación con las cosas que poseo. Os conté que lo estaba leyendo y que tenía en proyecto llevarlo a cabo pero nunca os llegué a contar cuál fue el resultado!
Pues bien, en plena época de exámenes antes de las vacaciones de verano, pasaba muchísimo tiempo en casa estudiando así que un día, fruto del aburrimiento y de la necesidad de hacer algo que no fuera mirar un ordenador, me puse en marcha con lo que acabaría bautizando como "la limpieza de mi vida". Más allá de la ropa de la que hago limpiezas cada cambio de estación, empecé a bucear por las profundidades de mi Diógenes, empezando por el baño y terminando por cajones que no abría desde 2005, literalmente.
Cuando terminé de ordenar, busqué nuevos trucos y cajas que me ayudaran a mejorar la organización de la casa, recoloqué todo lo que me quedé y lo organicé de nuevo, ganando en salud mental y en la satisfacción incomparable (os lo prometo) de haber tachado por fin una de esas tareas que llevaba siglos en mi lista y que por fin estaba terminada! Pero en el camino, descubrí la importancia de este ritual tan cotidiano como necesario...
Abrí todos y cada uno de los cajones de mi casa, revisando uno a uno los objetos que guardaba en ellos, decidiendo qué se quedaba y qué se iba: mi primer trabajo a ordenador, fotografías, agendas llenas de notas de amigas, todos mis tesoros de papelería, cables sin dispositivo al que conectarse, monedas de medio mundo, pesetas, una cartera que llevaba AÑOS buscando... Me di cuenta entre todo ese polvo y cachivaches que la última gran limpieza que hice fue cuando tenía quince años. Me deshacía de todos esos objetos que aún eran de niña para dar paso a todos los que llenarían mi vida adolescente y que ahora, diez años más tarde, acabaría reencontrando. Hice un viaje a otro tiempo muy feliz, al comienzo de mi infancia y al repaso de los años.
Fue entonces cuando se me ocurrió el verdadero motivo de las limpiezas: el de recordar y revisitar el pasado. Si bien guardamos montones de cosas inservibles, hay otras de las que jamás seremos capaces de desprendernos por el lugar que ocupan y ocuparon en nuestros corazones. Y es que son estos recuerdos de otra vida los que duermen en nuestros cajones esperando a que un buen día de aburrimiento decidamos volverlos a rescatar y vean en nuestras caras las sonrisas del recuerdo, como las de aquel primer día que nos vieron y nos utilizaron. Las limpiezas están para hacer balance de los años. Para refrescar los recuerdos que pierden lustro en nuestra memoria porque no vuelven a ser evocados: esa sonrisa, esa ilusión, ese esfuerzo, ese cariño, ese amor... Todos esos sentimientos que aparecen cuando retomamos lo que hacía años que no tocábamos y que con ternura almacenamos para que, quién sabe, quizá en los siguientes diez años, volvamos a revivir esa mágica razón por la que siempre los guardamos. Hasta que nos volvamos a ver, Pasado.
Qué bonito es recordar todo aquello que vivimos y dejar espacio para todo lo que está por llegar. ¿Alguna vez os habían descrito de forma tan poética la tarea de hacer limpieza? Esta June...
¿Recordáis la sensación de ilusión al volver a encontrar algo que hacía muchísimo que no veíais?
¿Qué os encanta volver a encontrar?