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| Foto de Iñaki Soria |
Hace unas semanas fue mi cumpleaños y varios amigos me regalaron El Comensal de Gabriela Ybarra. Lo devoré en tres días, las primeras tres páginas las leí a las cinco de la mañana de un viernes, cuando llegaba a casa de mi festejo. Se me cerraban los ojos pero no quería dejarlo. Me crucé a mi hermano por el pasillo y le dije: "me estoy leyendo algo buenísimo". Me lo racioné en tres días porque no quería que se me acabaran las páginas.
Hacía tiempo que no me pasaba esto. Sonreírme durante mis jornadas interminables de la ceca a la meca pensando en que esa noche tendría un ratito para leer. Quedarme leyendo hasta las tres. Llorar con ella. Me acordaba del libro cuando estaba haciendo otras cosas. Narraba mentalmente en el mismo estilo. Es un deje que me viene sólo cuando estoy muy metida en una lectura. Reflexioné durante días incluso después de habérmelo acabado sobre los requiebros de la vida. He estado pensando qué le diría a la autora si me la encontrara. He querido saber más y ponerle cara a alguien que escribe tan bien. A mí esto sólo me ha pasado unas pocas veces. Me he apuntado los pasajes que más me han gustado y me he fijado atentamente en la forma de introducir a los personajes, de pasar de unas historias a otras y de cómo en la cuarta línea ya conoces por qué se llama así el libro. Me encanta cuando descubro en algún punto de una novela por qué se llama como se llama. Es como si fuera dueña de un secreto reservado sólo a unos pocos.
Mi madre lo ha devorado en aún menos tiempo que yo y cada día nos llamábamos a comentar por dónde iba y los pasajes que a ella más le habían movido y si coincidían con los míos. Me encanta hacer eso con mi madre. Me encanta que la lectura compartida de un libro nos una. Es nuestro hobby compartido, donde mejor nos entendemos, donde dejamos de ser madre e hija y somos amigas por unos minutos. Es un libro maravilloso por cómo está tratado pero también por lo que me ha hecho sentir. Me recordaba al buenísimo Año del Pensamiento Mágico de Joan Didion, que retrata también la confusión de la pérdida, del paso del tiempo y de la muerte. Pero de una forma humana. No triste. Sólo real. No me atrevería a decir que El Comensal es un libro para todos pero para mí ha sido, sin ninguna duda, la mejor lectura del año.
No quiero hablar aquí de su contenido, del que sólo puedo decir que narra dos muertes próximas a la familia de la autora en diferentes épocas. Para mí lo especial del libro es su narrativa, visceral y elegante, sin cursiladas ni idas de olla. Una escritura de las que se te agarra al estómago. Un libro sobre las relaciones humanas y de cómo uno vive los vínculos, sobre el lado oscuro de la luna, lo que no se cuenta al público, de la vida. Gracias a dios que existe gente que sabe, para mi gusto, expresar tan bien en palabras sencillas emociones complejas. Una forma de escribir reservada sólo a los que han vivido.
¿Qué es lo mejor que os habéis leído vosotros?
Intercambiemos joyas.
p.d: mi libro favorito de todos los tiempos es Cien Años de Soledad, porque me encantan las historias en las que lo único que pasa es el tiempo.
p.d 2: todas las buenas noticias del mes pasado han ido cargadas de una buena dosis de preguntas, cosas que hacer, estrés, un cansancio terrible e incertidumbre. Por eso hoy, descansando por fin, me he acordado de este post y de lo importante que es cuidarse y darse un poco de espacio.