HOLA, JUNE

Dicen que hay años que preguntan y años que responden. Nos pasamos toda la adolescencia aprendiendo en el colegio e instituto que todo tiene nombre y etiqueta, que vale todo, que se puede ser de todo. Te guías por lo que otros te dicen que está bien o mal: tus profes, tus padres, tus amigos... Son años para explorar, para probar, para amar sin medida, para darlo todo, para conocer gente y más gente.

Y de repente, un día, te liberas. 

Con diez años de experiencias a tus espaldas, te relajas. Te concedes el lujo de aceptar que aunque el mundo es plural y rico en su variedad, para ti no vale todo. No valen los "amigos" que no te aportan nada, ni los que te quieren por interés, ni los hombres que ya no te quieren, ni los que nunca te han querido. No valen los gustos similares si los valores no coinciden, no valen los amigos falsos, no vale salir por salir para hacerse el guay, no vale hacer cosas que no te apetecen, ni caer bien a todo el mundo. No vale lo que para ti no vale y punto. Es aquí, en esta segunda mitad de la veintena, en la que todo lo no-importante te la pela, cuando empieza lo bueno. 

Ya nadie te dice qué está bien y qué está mal más que tu conciencia y tu propia experiencia. Ya has probado y has vivido lo suficiente como para saber qué quieres, quién eres. Ya no ves a tus padres como esos seres todopoderosos, si no como tipos que han hecho todo lo que podían y que probablemente han pasado mucho miedo... Como tú. Ya no crees todo lo que dicen los periódicos y buscas tus propias respuestas. Buscas, buscas y buscas... y encuentras. 

Aceptarte como eres y poner un límite a lo que para ti sí vale es lo más liberador que he hecho en mi vida. Lo más natural. Sin desdeñar que cada uno escoge su respetable camino sea el que sea, escoger el tuyo es lo mejor del mundo. Más espacio, más egoísmo del bueno, más claridad en tus ideas, menos autoexigencia, menos qué dirán. Muuucho más qué diré yo, qué opino, ¿me estoy siendo fiel?, ¿estoy cómoda con lo que hago, con lo que soy?