New in the jukebox
![]() |
Todas las fotos son mías. |
Este verano he cumplido uno de mis grandes viajes pendientes: recorrer la costa de Cádiz pasando por sus pueblos y playas con encanto. En cinco días y sin pereza, pude recorrerlo todo y aquí está mi mini guía sobre qué hacer, dónde comer, qué beber y alguna cosa que comprar.
Todo mi viaje empezó por casualidad entorno al pueblo más bonito en el que he estado en mi vida: Vejer de la Frontera, en el interior. Buscando una casa en Tarifa o Caños a través de Airbnb di con una casita preciosa y fresca en este pueblo que no conocía; me puse a investigar un poco más sobre su ubicación y leí en la descripción que había sido nombrado el segundo pueblo más bonito de toda España. Comprobé que estaba a distancias muy cortas de todo lo que quería visitar y ahí que reservé. La mejor decisión ever.
Este pueblo es una joya. Es la imagen de postal que te imaginas cuando te hablan de un pueblo andaluz: casas encaladas, buganvillas, macetas de colores en las ventanas, suelos adoquinados, una placita con una fuente que imita la plaza de España de Sevilla y unas vistas, unos miradores... No está nada masificado y por las noches hay mil restaurantes en los que se come bien, barato y encima bonito. Muy bonito.
Aquí el restaurante que uno no puede perderse es
El Jardín del Califa, que también es un hotel con historia, cocina del norte de África buenísima y un enclave inmejorable, en un patio auténtico lleno de palmeras. Es una visita obligada.
Para tomar unas tapitas está muy bien el Arriate y para cenar también se come muy bien en Trafalgar. Después puedes tomar una copa en cualquiera de los bares de la calle principal, como en Las Delicias, que es un antiguo teatro reformado. Me fijé que en las playas y en todas partes el tema copazo post-comida es algo muy común en el sur.
Uno de los días fuimos al Palmar, en Conil, una playa larguísima atravesada por una carretera en la que hay bares, kioskos y chiringuitos; chiringuitos a tuti. Porque si de algo no falta por esta zona es de eso. De hecho vimos tantos, que yo a menudo me preguntaba si habría suficiente demanda para todos. Curiosidades de la vida. ¿Hay más chiringuitos que parroquianos? Típicas dudas de playa. Bendito verano.
Allí comimos en Casa Juan que tiene unas gambas... Mmm!!
De Caños de Meca, de la que tenía grandes expectativas por todo lo que había oído hablar, me quedo con La Jaima, que es el chiringuito más impresionante que he visto en mi vida. Está integrado en la roca de la playa de Caños y tiene tres pisos, cada uno con un ambiente diferente, desde los que se puede ver el atardecer y tomarte un mojito más a gusto que en brazos.
Otra de las grandes sorpresas (¡y descubrimiento!) del viaje fue Zahara de los Atunes y la playa de Los Alemanes. Alucinante. Es larga, es blanca y te bañas mirando directamente a África. Además hay unos casoplones increíbles en la urbanización Atlanterra, que bien merecen un paseo y que te hacen soñar despierto pensando: ¿Quién vivirá ahí...?, ¿Y si un día tuviera esta casa...?
Nos dijeron que hay un paseo hasta el faro de esa playa precioso pero no nos dio tiempo porque nos fuimos a
Casa Antonio a probar el mejor tartar de atún de la almadraba que he probado en toda mi existencia. Top 1. De verdad. Merece la pena. Y también un besugo del día que fue... Es increíble como una buena comida puede aumentar tu sensación de felicidad, de bienestar y de vacaciones. Casa Antonio es un must! Otra parada culinaria obligada es
El Campero, para seguir tomando atún, con una decoración muy bonita y más asequible que el primero (aunque para alguien de Madrid, los precios del sur en relación calidad-precio son la pera!) y lo mejor de este sitio es que tienen pan para celiacos y salsa de soja sin gluten.
También fuimos a Bolonia, a escalar la duna kilométrica y flipar con el bosque que se extendía debajo y la combinación tan curiosa que genera esa estampa de verde, arena y mar. Otra parada interesante. Otra playa diferente a todas las anteriores.
Por allí también está Valdevaqueros en Tarifa, la playa del kite surf, de los barros y del viento. Aquí sobran las palabras porque es todo un espectáculo. Muy cómoda no es, porque con tanto viento y los surferos es difícil bañarse (además de que el agua está congelada) pero merece la pena ir sólo por tumbarse en la toalla y mirar el cielo inundado de cometas de colores y para, cuando te canses, ir a darte tu pequeño baño de masas y postureo al Tumbao. Estar allí es la viva estampa del verano.
Otro rincón clásico cerca de Valdevaqueros es el Hotel Arte y Vida, donde también te puedes tomar algo mientras se pone el sol y te empapas sin mojarte de la humedad. Ves a los surfers volver al hotel a descansar mientras te tomas tu mojito pensando que estás en la gloria.
Y por último, de Tarifa pueblo yo me quedo con el casco antiguo y sus tiendas. Allí sí que merece la pena comprar. Parece mentira que en un lugar tan aislado como Tarifa se haya desarrollado un estilo de vida tan pintón. Las tiendas son muy artesanales y traen cosas diferentes que son difíciles de encontrar en otros sitios. Verdaderos recuerdos del veranaco que te pegaste en Tarifa. Merece la pena pasear e ir entrando a todas las tiendecillas que apetezcan para, después de cenar, terminar tomando algo en Masala.
Vuelvo del sur enamorada otra vez. Es un viaje genial, barato y diferente. Ahora, ya tengo pensados los próximos destinos a visitar a fondo: Las Cíes y Formentera.
¿Dónde habéis estado vosotros de vacaciones? ¿Qué estáis deseando conocer? Me encantaría saber. :)
p.d:
Estambul según mi iPhone y
viajar.